Vamos afuera de mí,
donde el viento envilece las aguas,
[de siete mares
vestidos de nácar y coral]
que te visten como sirena
dueña de los arrecifes
donde los buques anhelan naufragar.
Como la gota de rocío
que desea crispar tu seno
salir en busca de la esquiva soledad,
perenne como el insomnio de los cerezos...
y una luna que por entre las cortinas
deja una moneda de plata
para jugarse al azar,
[al éter o al fuego]
sobre la antigua hoguera de tus ojos negros.
Contemplar su mirada,
como al vino entre lacres bermejos,
al pequeño espacio mudo
que une tus pálidos senos,
donde se posa Dios desnudo
como un vetusto cuervo.
Todo lleno del aroma del vinagre
de las uvas que cubren tu núbil cuerpo,
tu cuerpo aromado de laurel
entrelaza el ámbar y el almizcle [...]
Llevo dos rosas de espuma en la boca
mientras anhelo el ahogo
sobre tus hombros de mujer.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario