Cuando la alcancé, ella siguió mirando fijamente hacia el lugar del que yo venía, pero yo ya no estaba ahí, estaba otro en mi lugar, que se aproximaba en la dirección de la mujer. Que ingenuo he sido, pensé.
miércoles, 29 de julio de 2009
Ingenuo
Sentado en aquel salón, miré hacia mi derecha como esperando que el banquito justo al lado mío ya no estuviera vacío. Inevitablemente, lo estaba, como lo había estado la semana pasada, y también durante el último año. Aunque si soy honesto, sentí que esta vez algo había cambiado. Levanté la mirada y ahí estaba aquella mujer de vestido rojo, observándome fijamente, buscando que yo fijara mi mirada en sus ojos, sus intimidantes ojos. Elegantemente me levanté y me dirigí hacia ella como impulsado por un deseo a la vez incontenible e inexplicable. Su mirada, fija en mí, me obligaba, por momentos, a cambiar la dirección de mis ojos para tranquilizarme.
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