[No sé como llegamos aquí, no sé si estamos perdidos o si de verdad nos encontramos... no sé.]

Aunque pareciera que muchas veces nos empeñamos en ocultar aquellos productos de nuestra mente [nuestros pensamientos]. Hemos creado un blog para combatir este cruel empeño. Las palabras deben salir, y cualquiera debe poder leerlas. Es posible, sin embargo, que a nadie le interesen, o que incluso, el orden en el que las ponemos sea considerado incoherente o estúpido. Tomamos, aún así, el riesgo de dejarlas ver la luz, descubriéndolas ante cualquier observador que desee urgar a través de ellas, criticarlas, o elogiarlas...


viernes, 31 de julio de 2009

Sigo

En ocasiones, te sigo, porque has sabido llevarme hasta el fondo de un sólo pensamiento, o porque simplemente no puedo hacer más que seguirte, o hablar contigo, porque no soy capaz de mirar siquiera un par de metros más lejos del punto en el que estoy, porque he dejado que mi vida se convierta en aquello que tu dices, o que tu sientes, o que me dices que debo sentir, o que crees que debo sentir y no me dices. He dejado de pensar para que creas que no he cambiado, aunque he fracasado en eso, y el miedo no me deja decírtelo.

Y me siento a dos metros de tu imagen, de tu sombra [que siempre vigila] y te observo, quedamente, mientras olvidas que existo, mientras mis palabras te aburren, mientras dejo que mis sueños se vayan diluyendo como la tinta de esa pluma que no escribe ya más, como aquel color con el que no quise pintarte, como aquel puñal que clavé en tu espalda, y que tu mismo -sin saberlo- me diste...

jueves, 30 de julio de 2009

Supuesto

Tal vez ni siquiera puedo pensar en tres palabras seguidas, en una frase simple que logre atraer tu atención lo suficiente como para lograr que te fijes en mí, no logro aclarar una sóla idea a partir de la que pueda tener algún indicio, una tenue luz, una estela a seguir, y entonces recuerdo aquel episodio nocturno...

[Aparece aquel hombre delgado]
yo me aparto, como si fuera algún animal,
algo de que avergonzarse,
o algún ignorante o ignorado personaje,
busco con la mirada,
alguna palabra, otra mirada,
un gesto,
pero nada...
entonces decido voltear el rostro,
ante tan inverosímil muestra de [...]....

miércoles, 29 de julio de 2009

Ingenuo

Sentado en aquel salón, miré hacia mi derecha como esperando que el banquito justo al lado mío ya no estuviera vacío. Inevitablemente, lo estaba, como lo había estado la semana pasada, y también durante el último año. Aunque si soy honesto, sentí que esta vez algo había cambiado. Levanté la mirada y ahí estaba aquella mujer de vestido rojo, observándome fijamente, buscando que yo fijara mi mirada en sus ojos, sus intimidantes ojos. Elegantemente me levanté y me dirigí hacia ella como impulsado por un deseo a la vez incontenible e inexplicable. Su mirada, fija en mí, me obligaba, por momentos, a cambiar la dirección de mis ojos para tranquilizarme.

Cuando la alcancé, ella siguió mirando fijamente hacia el lugar del que yo venía, pero yo ya no estaba ahí, estaba otro en mi lugar, que se aproximaba en la dirección de la mujer. Que ingenuo he sido, pensé.

martes, 28 de julio de 2009

Serpiente

Aquella ramita de no sé qué tuvo en mí un efecto, a decir verdad, un poco extraño. Cuando quise darme cuenta dónde estaba, supe que no era el lugar lo que importaba, y supe también que aquella mirada que solía quemarme estaba ahora encima mío, asediando mis pasos, siguiendo mi soledad, aumentando mi cansancio y mi carga, balbuceando palabras que no me esforzaré por comprender o dilucidar ahora.

[Miré, entonces, hacia abajo, y ahí estaba, suavemente colocada en la mesita. Con un cuerpo delgado, y entretejido, como las mentiras en las que solía creer]

Tomé aquella serpiente con mis manos, y la miré fijamente a los ojos, luego empecé a jugar un poco con ella (como es debido), moviéndola de un lado hacia otro, como con descuido, pero con la suficiente concentración como para que el movimiento fuera al menos un poco organizado, periódico, y ligeramente observable. El animal, de corta longitud, tenía un aspecto brillante, con quiebres a ambos lados que permitían su movimiento pero no su total torsión, algúna herida menor en las tres cuartas partes de su cuerpo, y un movimiento que mis manos difícilmente podían controlar.

Seguí moviendo mis manos alrededor de su cuerpo, y me di cuenta que en medio de aquel redondel que se formaba con los giros de la misteriosa piel, estaban tus ojos, observándome jugar. Te miré, entonces, en medio de algún abrumador pensamiento, y supe que tus ojos buscaban el interior de mi alma; tomé entonces lo último de mis energías y lancé una mirada al vacío y un corto suspiro, con el que se terminara de esfumar mi vida...

Noche

Hoy he olvidado, ante una vela, que mi rostro no es aquel cuyos ojos se enrojecen por el hedor del humo. He olvidado que no fui yo quien usurpó el lugar de otro durante aquellos momentos en los que el placer te sobrecogía. He olvidado, también, que solía correr detras de todas, como alguna vez, en cierto período de bisoñés, leí. Ciertamente he olvidado que las voces que solía escuchar se han esfumado por el ruido de los autos, y de las motocicletas, y que el silencio bajo el que solía dormir ya no existe bajo esta atmósfera.

[y aún sigo en ese ensueño que es el coma, en esa virtud que es la inconciencia, el borde de la alucinación... y sigo con hambre, y sigo con sueño, y sigo con esta desdicha que me hace escribir, solitario, a estas horas...]

domingo, 26 de julio de 2009

Laberintos

Después de una deliciosa charla en aquel cómodo departamento, me levanté de la mesa justo después de tomar un par de copas de vino y me dirigí hacia la pequeña biblioteca de la derecha. El estante en sí no guardaba nada en especial, salvo que en mi visita anterior no ocupaba el mismo lugar. La infinitesimalmente pequeña parte de la biblioteca de Babel ante la que me hallaba me hizo pensar unos instantes acerca del propietario de los libros. No supe determinar un gusto particular, pues tanto los idiomas, como los títulos y los mismos temas eran tan diversos como en ese momento mis pensamientos.

Tomé aquel libro amarillo, de hojas ya amarillentas, probablemente por el tiempo que ha pasado desde su impresión. Lo abrí en cualquier página, y allí encontré una nota. Empecé a leerla, pero pasadas tres palabras, pensé que sería un atrevimiento de mi parte, y la dejé donde estaba. Reduje el volumen a unas cuantas páginas (tal vez las veinte primeras) y llegué al lugar que el destino esperaba que mis dedos ocuparan.

El primer laberinto, el de la derecha, me dejó un poco aturdido, sin palabras. La perfección de sus caminos, de las letras con las que habían sido sus muros construidos, su longitud, su arquitectura, la imagen que de él se derivaba me dejó mudo por unos segundos. Lo leí, y releí al menos cuatro veces, cada vez sin nada que envidiarle a la anterior.

El segundo laberinto, con dos letras más en su nombre tenía el nombre Zeus impreso en uno de sus primeros intersticios. Mis ojos se negaron a observarlo, poniéndome a punto de perder la atención, y detenerme después de sólo algunos pasos. Quise detenerme, pero no pude, pues el encanto de lo siguiente que pude ver me retuvo inevitablemente. De nuevo, en silencio, recorrí con la mirada todo el lugar, la perfecta arquitectura en toda su extensión, las paredes aún más perfectas que las del laberinto de la derecha, el número de letras, de palabras usadas para su construcción, obreros incansables dirigidos por una sóla persona, por una sóla alma. Aquella alma incansable y sin temor, como la del tigre, estática, a punto de devorar a cualquiera, pero sin la necesidad de devorar a la criatura más pequeña...

Y seguí ahí parado, pensando en aquel escritor, en sus versos, en lo que sería de la noche después de leerlos, en mí, en aquellos ojos que veo impresos en cualquier papel, desdibujados por el tiempo...

viernes, 24 de julio de 2009

Tan solo...

Si tan solo te hubiera encontrado,
no importa donde,
bajo un árbol,
bajo alguna piedra,
al lado de algún camino,
al borde de un precipicio,
pero hace unos años,
-sólo pido un poco de tiempo-
pero tengo la desgracia
de encontrarte ahora,
ayer, hoy, hace unas horas,
lejos,
y someterme a que no puedas verme,
a que no puedas ser mía,
y someterme a tus caprichos,
o a los de otro...

Renuncia

A veces olvido que soy yo quien te mira, escondido, tras una gruesa cortina bajo la cual no recuerdo ya cuál rostro es el mío. A veces olvido que muero por dentro, mientras tu cuerpo llagado por los besos de otro, se derrite ante mí. A veces olvido, que soy yo quien tiene miedo, y no tu, y olvido que soy yo el cobarde. Pero no puedo evitar manipular las palabras. Cambiar su orden, su significado, y hasta su sentido es para mí algo imposible de evitar. No logro ser directo, y decirte...

Por eso, insistentemente, he renunciado a tus besos, a tus caricias, y a tus miradas. Me he revelado contra mi naturaleza y te he empujado hacia los brazos de otros, hacia otros confines, hacia un pensamiento que no soy yo. Te he dicho, además, que no valgo mucho, y que no soy quien parezco, y cuantas cosas más se me han ocurrido. Pero eso ya no importa, porque ahora quisiera decirte...

[y sigo pensando en qué decir, mientras observo tu delgadez, y esa forma de mirarme, y de no poder hacerlo...]

jueves, 23 de julio de 2009

Veo mi mano avanzando en la oscuridad, en el silencio, guiando a través de la interminable penumbra mi lánguido cuerpo. A lo lejos, pero no puedo percibir la distancia, empieza a colarse una luz débil, como un día la describiera Gabriel, resbalándose por una pequeña hendidura.
Cerca, una sombra se aproxima lentamente, tal vez seas tú y este sea un lugar familiar, pero la rapidez con que ahora avanza me convence de lo contrario, el espacio completo se me revela vacío, como mi alma, por el temor estática, como mi cuerpo por el pánico inmóvil y mis pies que no responden.
Entonces, la luz me deja percibir aquel rostro perfecto y aún creo que alcanzo a sonreír... pero es sólo un lamento, no estás, es sólo mi mente buscando la manera de encontrarte.

miércoles, 22 de julio de 2009

Y más cosas

Si tu voz no se interpusiera
sabrías que te escucho,
que leo tu alma,
como otrora aquel libro viejo,
que escucho tus pensamientos,
pero te hago creer que no,
para que mientas,
y sabes que lo hago,
y así me mientes...

pobre de tí,
creyendo que aún soy el mismo
loco, o ingenuo, o estúpido,
creyendo que no escucho a tu alma sollozar,
quinientas cosas diferentes,
como siempre...

y aún podría decir más cosas,
pero tengo una conclusión a priori,
que saldrá por sí misma a la luz,
modulada por tus labios,
en forma de vocales, y consonantes,
aulladas por tu voz,
como todo siempre sale...

martes, 21 de julio de 2009

En la tarde

De nuevo el viento soplando en mi ventana,
hablando de días que nunca se repiten,
soplando las horas que nunca pasaron,
diciéndome que no estoy muerto,
pero lo estoy, lo sé,
así todo sugiera lo contrario,
estoy muerto por aquel cansancio
que describiera algún portugués,
estoy muerto porque así lo quiero,
y porque así lo quieren otros,
y muerto,
mil veces muerto,
por esta ira incontenible que me ciega,
y que me hace escribir que lo estoy,
porque deseo huir de este estado,
y no quiero intentarlo,
y me repito, quiero estar muerto!

Pero sigo ahí,
caminando entre la bruma,
buscando a tientas un camino que no existe,
con mil lanzas clavadas en la espalda,
con mil ojos observándome,
tras la sombra de mefisto,
la pluma de Dante,
o los ojos de Goethe,
sigo buscando una pregunta,
una sóla,
que tenga respuesta...

lunes, 20 de julio de 2009

Sueño

Salté de la cama. Creí escucharte, pero eran los mismos ruidos de viernes en la noche. Siempre lo mismo. Lentamente el sueño se fué, como se va la vida de un enfermo. Empecé con esa retrospectiva que suele ocupar los minutos antes de dormir, y en la que todo el día transcurre rápidamente en un par de pensamientos, a través sólo de las ideas y de las personas más importantes o más relevantes. Quise hacerlo al estilo Borges, pero mis capacidades memorísticas no son tan providenciales, así que después de unos segundos, desistí. Luego subí al balcón.

... Prendí un cigarrillo, sin detenerme a observar o recordar dónde lo había obtenido. Me senté en las frías baldosas blancas con negro que cubrían nuestro balcón y recordé cuando aún no te habías lanzado por él, ví tus ojos, abrasivos, clavados en mis manos pidiéndome que no te soltara, que no te dejara ir; vi mis manos, abiertas, y ensangrentadas, tratando de retenerte desesperadamente; vi mis ojos, llenos de lágrimas, y tu cuerpo, tirado diez o nueve pisos abajo, doblado, con miles de huesos partidos...

Vi, tal vez en sueños, un rostro, tal vez el tuyo, el de un ángel, el de un demonio, el mío, señalándome y culpándome. Fuí luego al espejo, y ví mi criminal rostro, riéndose orgullosamente, encima de un cuerpo cubierto con los mejores ropajes, y las mejores joyas...

domingo, 19 de julio de 2009

Discusión

El viernes discutía con alguna mujer, de esas con que sueles encontrarte varias veces durante un mismo día, y que no sabes si saludar varias veces, o ninguna. Nunca pude saber lo que sentía, aún cuando me esforcé por escudriñarlo, o por deducirlo. Tal vez no le importaba demasiado el que yo lo supiese, en tanto que no se esforzaba para explicarlo con claridad. Le dije que siempre estamos inconformes, buscando algo más de lo que tenemos, y que bajo esa perspectiva, lo mejor es esperar a que todo suceda, a que todo fluya por el camino que menor energía demande, como pasa en los ríos. Ella se quedó en silencio, me besó suavemente en las manos, y luego me dijo:

"Ahora he cantado los mil himnos, y he visto seres informes, halándose unos a los otros como tratando de huir de mis pensamientos. He visto tus ojos, quemándome, y tus manos estrujándome durante las noches. Dime, podría desear yo más que eso?"

Yo la miré unos instantes, pagué el café que estaba bebiendo, y salí corriendo, entregándome a la fatalidad de un amor que jamás esperaría tener...

viernes, 17 de julio de 2009

Sin rumbo...

El semáforo dejó de parpadear pocos instantes después que apareció aquella joven. Yo, descuidado -como siempre- quise volver la mirada y delinear su contorno con mis ojos, ver la marca que se le iba formando en el vestido mientras caminaba, sus senos flotando en un sostén casi imperceptible, o sus bragas a punto de reventar. La minuciosa observación a la que se vió sometida debió incomodarla, pues lanzó hacia atrás (hacia mí), una de esas miradas que se vuelven curvilíneas en el infinito, pero que parecieran no ir hacia ningún lado. Deduje que buscaba a su observador, así que desvié la mirada, como disimulando algún mal pensamiento, y empecé a caminar hacia el otro lado de la calle, luego escuche aquel fatal chirrido... beeeee... y el estruendo de mis huesos quebrándose a medida que el metal de aquel bus suavemente se doblaba.

jueves, 16 de julio de 2009

Ep. III

Vamos afuera de mí,
donde el viento envilece las aguas,
[de siete mares
vestidos de nácar y coral]
que te visten como sirena
dueña de los arrecifes
donde los buques anhelan naufragar.

Como la gota de rocío
que desea crispar tu seno
salir en busca de la esquiva soledad,
perenne como el insomnio de los cerezos...
y una luna que por entre las cortinas
deja una moneda de plata
para jugarse al azar,
[al éter o al fuego]
sobre la antigua hoguera de tus ojos negros.

Contemplar su mirada,
como al vino entre lacres bermejos,
al pequeño espacio mudo
que une tus pálidos senos,
donde se posa Dios desnudo
como un vetusto cuervo.

Todo lleno del aroma del vinagre
de las uvas que cubren tu núbil cuerpo,
tu cuerpo aromado de laurel
entrelaza el ámbar y el almizcle [...]
Llevo dos rosas de espuma en la boca
mientras anhelo el ahogo
sobre tus hombros de mujer.

Protesta

El tiempo se detuvo conmigo en mi cama,
y avanzo desnudo en mis sueños.
afuera la habitación vigilaba,
allá,
golpes de puerta,
pordioses,
quejas -pero no era Ruben-

adentro una lágrima,
entonces voy,
escucho el Romance que un día tocaron tus manos,
y tan sólo,
me piden una comida decente.

Segundo día.
Esta noche son Porfirio, León y Valdés;
quienes me invitan y me llevan al retiro de pavura,
escapo junto a ellos,
a los vientos ineluctables,
a los días fugitivos,
y a los definitivamente muertos,
en busca del cuervo y de los adióses a Fili.
En busca de tu rostro.
pero nuevamente,
apremia el hambre,
el reclamo no da espera
-el compromiso no da espera-.

Entrada 1

a veces,
sólo a veces,
quisiera estallar como cuando el mundo se hizo,
estallar dentro de tí,
nacer, sentir mil orgasmos en uno,
morir de nuevo,
y quedarme tres días contigo,

a veces,
sólo a veces,
quisiera no desearte nunca más,
odiarte -tal vez-
o cambiar mi nombre y mis señas,
olvidarme de ti, y de tus flores,
malditas flores,

a veces,
sólo a veces,
quisiera abondonarme en tus brazos,
y ahí quedarme por horas,
sintiendo la suavidad de tus labios,
de tu vientre,
de tu sexo...

luego te veo,
aferrada a eso que crees que soy yo,
aferrada a otro cuerpo,
todas las noches en la misma cama,
bajo las mismas sábanas,
todas las noches creyendo que me deseas,
deseando -tal vez-
pero haciendo daño,
aquí, allá, no importa,
hiriendo con una daga,
con una estaca...

y a veces quiero que vengas,
y silenciosamente me abraces,
por la espalda,
como alguna vez lo hiciste,
y hagas que mi pecho se agite de nuevo,
o que deje de intentar olvidarte,