[de aquello que están hechos los sueños]
Se abre aquella cortina bajo la cual los suenos tuyos y de tus companeros se han apelmazado, y ya veo los suenos del uno, ya veo los del otro. En un primer vistazo, veo palabras, juegos, anhos, personas, lugares. Todo demasiado borroso para lograr identificar al menos algún patrón. Trato de concentrarme, y empiezo a acercarme al punto central, a esa especie de luz amarilla y blanca cuyo brillo casi me deja ciego. Te veo, entonces, sentada, con un vendaje blanco cubriéndote desde los pies hasta el cuello, con aquella mirada que con palabras no puedo describir, cantando alguna canción, o recitando algún verso, tal vez descuidada, tal vez concentrada en todo, o tal vez simplemente ahí, sintiendo los instantes que se te fugan.
Me concentro entonces en los suenos que veo salir de tu imagen, y veo mi rostro. Veo la imagen que tienes de mí, aunque prefiero abstenerme ahora de una descripción. Tomas mi mano, me hundes en un mar muy profundo, y me besas con desesperación, quitando rápidamente todo aquello que nos impide ser uno sólo. Te mueves rápido y no logro siquiera ver tu silueta. Buscas entonces dentro de mí, un lugar para quedarte, teniendo éxito en tal fin. Te digo que te detengas, pero dices que no importa ya, y hablas algo sobre el tiempo que no logro recordar. Entonces despierto y te veo seguir actuando, tras aquella cortina escondida, tras aquella imagen, aquella sombra, y veo cómo desde lejos observas mis quedos pasos, tal vez queriendo acompañarme...
No hay comentarios:
Publicar un comentario