martes, 6 de octubre de 2009
Mefisto
Me figuro que el rostro que observo no es el mío. Sea, tampoco el tuyo, o el de cualquiera que hubiese visto con antelación. Es un rostro blanco, aunque no pálido. Parece un lienzo que nunca se usó. Sus labios son delgados, y sólo ligeramente rosados. Párpados apagados, que parecen nunca abrirse. El ojo, sin embargo, es extraña y completamente negro, desorbitado, e inexpresivo. Me observa, pero no con el suficiente detenimiento. No piensa, sólo me examina de arriba a abajo, como si buscara alguna seña particular. Por momentos, parece encontrarla y se detiene, pero de inmediato sigue moviéndose en círculos, en línea recta, en óvalos, o erráticamente. Ahora no parece tener destino, no busca nada, sólo quiere registrar detalles. Lo hace y finalmente se detiene.
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