[No sé como llegamos aquí, no sé si estamos perdidos o si de verdad nos encontramos... no sé.]

Aunque pareciera que muchas veces nos empeñamos en ocultar aquellos productos de nuestra mente [nuestros pensamientos]. Hemos creado un blog para combatir este cruel empeño. Las palabras deben salir, y cualquiera debe poder leerlas. Es posible, sin embargo, que a nadie le interesen, o que incluso, el orden en el que las ponemos sea considerado incoherente o estúpido. Tomamos, aún así, el riesgo de dejarlas ver la luz, descubriéndolas ante cualquier observador que desee urgar a través de ellas, criticarlas, o elogiarlas...


lunes, 1 de marzo de 2010

Pedido

Como si lo hubiera llamado con el pensamiento, voltee la mirada y el hombrecito del sombrero ya se acercaba rapidamente hacia mi, y mi acompanante. Ella reia de alguna gracia a la que yo seguramente hice alusion, pero no dejaba de estar incomoda, tal vez por la falta de costumbre, o por la inusual forma en la que yo le dirigia mis palabras. El hombre hace una pregunta y yo accedo a su historia. Doblador y alambre en mano, el tipo empieza a hablar, rapidamente yendo por los resquicios de una historia que, para ser sincero, nada tenia de nuevo. Dificil fue para mi seguir sus palabras, que salian a a una velocidad increible, y en mezclas inimaginables, como si fueran vomito. El hombre continuaba, mientras mi expresion de perplejidad por la continuidad y velocidad de su discurso aumentaba vertiginosamente.

Al mismo tiempo que tal cantidad de palabras fluia a traves del hombrecito, sus manos movian el doblador agilmente. Tres pequenos objetos, cuya explicacion ahora no recuerdo con precision, y que no me atrevere a aproximar. Termino su historia y hube de hacerla entendible para mi acompanante. Brevemente hice un recuento de la historia en un lenguaje suficientemente entendible. Nuevamente el hombre intervino, para explicar la procedencia de los tres objetos, y se me exigio hacer un nuevo recuento. Me negue, pero al final fui forzado a hacerlo.

Ahora el hombre, divertido tal vez por la forma mia de resumir sus palabras en otro lenguaje, o tal vez con algunas necesidades apremiantes, redujo sus palabras sustancialmente y nos insto a mirar la caja que cargaba. Negamos con la cabeza, pero insistio en que debiamos mirar. No quisimos nada. Ahora pedia algo de dinero, que accedi a darle en una pequena, casi miserable cantidad. Mi acompanante, graciosamente, pregunto si teniamos problemas, a lo que conteste negativamente. El hombrecillo se alejo, silenciosamente, ya sin palabras, y con una mueca de agradecimiento.

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