Al mismo tiempo que tal cantidad de palabras fluia a traves del hombrecito, sus manos movian el doblador agilmente. Tres pequenos objetos, cuya explicacion ahora no recuerdo con precision, y que no me atrevere a aproximar. Termino su historia y hube de hacerla entendible para mi acompanante. Brevemente hice un recuento de la historia en un lenguaje suficientemente entendible. Nuevamente el hombre intervino, para explicar la procedencia de los tres objetos, y se me exigio hacer un nuevo recuento. Me negue, pero al final fui forzado a hacerlo.
Ahora el hombre, divertido tal vez por la forma mia de resumir sus palabras en otro lenguaje, o tal vez con algunas necesidades apremiantes, redujo sus palabras sustancialmente y nos insto a mirar la caja que cargaba. Negamos con la cabeza, pero insistio en que debiamos mirar. No quisimos nada. Ahora pedia algo de dinero, que accedi a darle en una pequena, casi miserable cantidad. Mi acompanante, graciosamente, pregunto si teniamos problemas, a lo que conteste negativamente. El hombrecillo se alejo, silenciosamente, ya sin palabras, y con una mueca de agradecimiento.
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