Os añoro como al respirar
y no sobrevivo casi para sentirte
sentirme vivo y condensar
la ilusión sublime, un quince fortuito
[una voz silente]
envejece mis palabras buscando tu pecho
lleno de embriagueces de lirios y azahar!.
Y reclamo tu nombre, oh ávida, oh soledad
reclamo lo que sueñas en tu bordado lecho,
inexistente de lozanía
do el recuerdo de ella,
sublime y benigna
muestra sin recodo las llagas,
el llanto y los quejidos,
necesarios para hallar chopos,
[y roídos valles]
El escarnio a tal compañía
núbil y huraña,
velada y carmesí,
vasta y recamada,
de podredumbre convertida en palabras,
grácil, pero amada,
verde y solitaria
de beber espesos lacres
hechos de sus lágrimas!.
Pero descanso entre mortuorias sábanas,
porque tu cabello me presagia
brillos de lunas, perennes y ávidas,
alisios y cierzos, inciensos y ámbar,
entre somatizaciones sin alcohol
perteneciendo a tu olvido;
donde me siento vivo,
absorto y mío
tuyo y de nadie;
simulando los días,
pastando entre desnudos,
aquietando el viento,
imprimiendo raudos vaivenes
que pronto, pronto me alejan de ella;
sumergiéndome en ceniza
cautivando el silencio,
la sombría maraña de versos
de avivos desaires
secretos de lluvia…
Luna fría y húmeda
de cabello quemado
que ha visto el cielo oscurecerse en vano;
y el hálito de vinagres
de uvas que esperaron un millón de años,
nunca hubo algo más blanco que su sangre,
[sin embargo]
desmayada sobre un cenit
lleno de núbil beldad,
en las noches frías sueño con tu porvenir
tuyo, solemne aliviantado en pos vuestra
[Soledad…]
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