miércoles, 28 de julio de 2010
Errado
Entrego, al límite de la locura, la última sensación que me queda. Sea, no diré cuál es, tal vez por cobardía, o por orgullo, o por una mezcla entre ambas. Mezcla que termina por confundirme, y no dejarme saber qué siento. No es relevante, simplemente, y no debería ser motivo de preguntas, pero ya qué, da igual, sólo escucho aquellas notas que se deslizan dentro de mis oídos, con la voz de algún desconocido que las toca, con su voz, o con algún instrumento cuya naturaleza no logro identificar. A veces, miro todo en retrospectiva, y me doy cuenta que no sólo no es nada lo que entiendo, sino lo que he aprendido, y es nada lo que contiene el resumen de las palabras que escucho de ti, o que alguna vez creí escuchar. Ya pasó el día, en que te dije tantas cosas, o en que pretendí decírtelas con los ojos. Nunca supiste leerlos, lo sé, y tampoco supiste encontrar las palabras para continuar mi conversación. Nunca, y es lamentable. Al final, supongo, se siente esa suerte de vacío inexplicable a pesar del cual podemos levantarnos todos los días a la misma hora, a tomar un buen café, y a ver el humo de un cigarrillo hacer formas extrañas frente a nuestros ojos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
...me doy cuenta que no sólo no es nada lo que entiendo, sino lo que he aprendido...
ResponderEliminar