sábado, 10 de abril de 2010
Espera
Digo que no, pero no quieres, entonces lo acepto, y me reprendes, por ser un imbécil, o un loco. Aunque a decir verdad, como siempre, no importa. Sigue sin importar, lo que no se me hace extraño en absoluto, o al contrario, es todo novedad. Siempre lo digo, y ya está cerca de sonar estúpido, o irrisorio. Las cosas pierden importancia cuando se vuelven costumbre, o cuando se desgastan por el sol y el tiempo. Sólo pienso en por qué no te he escuchado, o en si debería escucharte hoy, o si tal vez mañana. En si lo haré, o si esa sensación de incertidumbre me lo impedirá. Deseo hacerlo [escucharte] pero no sé si debo, y es lo primero lo que importa, no lo segundo, supongo. Pero no deja de detenerme el hecho de saber que tu tampoco lo haces, o que aún esperas que yo lo haga, tal vez por el hecho de que ya lo has hecho varias veces. Y sigo con mi mano en tu sexo, moviéndome con agilidad a través de tus ropajes, hasta tenerte completamente desnuda, frente a mis ojos, mis brillantes y heterocrómicos ojos. Intentas detenerme, alegando la presencia de tal o cual individuo, pero repito que no me importa y continúo, ágilmente, vistiendo tu cuerpo con mis brazos, y mis besos... luego, despierto, y recuerdo: sigo postrado, y enfermo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario