Eran las siete, o las siete mas cuarto, no importa. Como siempre, y me estoy cansando de repetirlo. Cansado, como estaba, solo quería dormir un poco, pero tal vez la estupidez, o la torpe promesa que hice a mi acompañante me hicieron mantenerme despierto, y mover algunos trastos para preparar algo. Irritado, entonces, despues que las cosas no salieran como esperaba y que el humo y olor a comida quemada poblaran todo el primer piso, me senté a comer, mientras mi acompañante sostenía una larga charla por su teléfono celular, distraída. Por más que me esforce en llamar su atención, con toda suerte de inútiles e irrisorios gestos, no lo conseguí.
Imaginarme la situación en otro contexto me tranquilizaba un poco, pero regresar mis ojos al plato, mirar de soslayo a mi acompañante y pensar en que iba a ser en unas horas, me hacía sentir como un imbécil, o como un estúpido, o una mezcla entre ambos, tal vez. A decir verdad, ahora no me interesa describirlo con suficiente precisión como para conseguir una imagen.
Alcé la cabeza y vi aquel reflejo amarillento, como fundiéndose en la limitada profundidad del parduzco, ahora casi negro lago, partiéndolo en dos, haciéndolo sangrar un liquido naranja que se iba diluyendo conforme el agua llegaba a la orilla, como un hacha que se enterrara justo en el corazón de las apacibles aguas. Miré entonces hacia todos lados, y me di cuenta que nadie me observaba; sigilosamente tomé el artefacto, y rápidamente sacándolo de su empaque, lo encendi y volé a través de la puerta. A cientos de kilómetros, logre, entonces, robarme algo para ti...
Luego pensé, que sería imposible capturar lo que sentí al observar a través de aquel lugar, y quise llevarte, para sólo sentarnos durante aquel momento, hasta que se hiciera oscuro. Estabas lejos, y de ninguna manera conseguí atraerte, o atraer tus pensamientos, o que me recordaras. Pero ahí estabas, en algún lugar, lo sé, mientras yo te buscaba, torpemente, en algún lugar en el horizonte. Erraba, inevitablemente, pues estaba mirando al este...