[No sé como llegamos aquí, no sé si estamos perdidos o si de verdad nos encontramos... no sé.]

Aunque pareciera que muchas veces nos empeñamos en ocultar aquellos productos de nuestra mente [nuestros pensamientos]. Hemos creado un blog para combatir este cruel empeño. Las palabras deben salir, y cualquiera debe poder leerlas. Es posible, sin embargo, que a nadie le interesen, o que incluso, el orden en el que las ponemos sea considerado incoherente o estúpido. Tomamos, aún así, el riesgo de dejarlas ver la luz, descubriéndolas ante cualquier observador que desee urgar a través de ellas, criticarlas, o elogiarlas...


sábado, 26 de septiembre de 2009

Parque del tiempo

Jugar con el tiempo hace graciosos aquellos instantes que suceden mientras lo hacemos. Pasó durante el verano del año pasado que estaba acostado y me quedé tres días enteros viendo aquel reloj viejo de la plaza. No recordé que debía comer, o que debía dormir, sólo lo observaba, fijamente, como si quisiera decirle algo, o como si fuera él quien tuviese que decirme algo.

Esperé, y me dí cuenta que por cada treinta segundos, la manecilla del segundero se devolvía exactamente un segundo y medio. Cada minuto duraba 63 segundos en aquel lugar. En un día, el reloj había consumido una hora y doce minutos más que cualquier reloj normal. Mañana tras mañana, las personas del lugar ajustaban sus relojes con este gran y viejo artefacto.

Durante los tres días que estuve allí, el reloj se movió el tiempo correspondiente a tres días y tres horas treinta y seis minutos. Cada veinte días, entonces empecé a contar un día de más, y en un año alcancé a contar diez y ocho días y seis horas más que en cualquier año normal. Un año y medio de mi vida estaba perdido entre la imprecisa maquinaria del reloj y las torpes manos de aquel que lo construyó. En no diferentes condiciones estaban las vidas de los que por allí caminaban.

Me levanté a los tres días, con hambre y sueño, pero aún maravillado de tener una vida en el pasado, y de poder viajar en el tiempo, hacia la ciudad más cercana, para luego volver, a este rincón, en el que ni siquiera el tiempo o aquellos que pretenden controlarlo han podido llegar...

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